viernes, 10 de mayo de 2013

SAN ISIDRO LABRADOR



SEYBAPLAYA  EL SR. DE LA LABRANZA Y SAN ISIDRO LABRADOR
Por: Juan Aarón CHONG HONG
SEYBAPLAYA, Champotón, Campeche, mayo.- El tañido de las campanas es el preámbulo de la llegada del Sr. de la Labranza y de San Isidro Labrador al santuario religioso, en el atrio los instrumentos de los músicos se dejan oír, como centellas los voladores surcan el cielo, en el interior del templo no hay espacio donde acomodarse, los fieles, hombres, mujeres, niños esperan con verdaderas ansias al motivo o las motivos de su fe. La Virgen del Carmen invitada especial en esta ocasión también serenamente espera al pie del altar.

Ya es sumamente complicado que alguien te pueda asegurar con exactitud  cuando inició la feria de Seybaplaya –nos expone el Sr. Daniel Aguilar Almeyda- lo secunda su esposa Antonia Pacheco Canul.
Un feliz matrimonio próximos a ajustar los 50 años de enlace matrimonial.
Con una amabilidad total Don Daniel Aguilar y Doña Antonia Pacheco nos reciben y con esa sinceridad de los Seybanos, francos, abiertos, como gente de bien, nos ilustran sobre la feria de Seybaplaya.

“Es probable que la fiesta se remonte a más de cien años, ¿cuántos con exactitud?, no lo sé, yo tengo 78 años y desde que tengo uso de razón ya había fiesta, se hacía ahí en donde ahora está el parque, siempre de carácter religioso, a nuestro patrono el Sr. de la Labranza”
Entra al “quité” doña Antonia y con una sonrisa que también hacen aún más claros sus ojos dice: “La figura de San Isidro Labrador, con su chuito a un costado y su sabucán era propiedad de un Profesor llamado Laureano Yañes, fue este profesor quien los donó a la iglesia, de ahí entonces que al paso de los años durante los cuatro días de feria a los dos se les saca a pasear por las calles de la ciudad y por el mar”

-La procesión ya está en las puertas de la iglesia, los fieles todos ellos hombres, son los que entran cargando, primero a San Isidro Labrador y posteriormente con el Sr. de la Labranza, son hombres los que realizan la actividad por lo pesado de las figuras.
El acto litúrgico da inicio, con ello las alabanzas, las muestras de fe y devoción, son los niños los que ocupan las primeras filas, los acompañan muy cerca las personas de la tercera edad,  la espiritualidad llena el ambiente.

Afuera, en la cercanía, la gente espera con ansias la salida del Sr. de la Labranza y de San Isidro Labrador, en un breve lapso los que se encontraban adentro se mezclan con los de afuera, todos en procesión se dirigen hacia un punto específico del malecón, ahí, decenas y decenas de gente se arremolinan, muchos de ellos suben a las embarcaciones adornadas con globos de colores.

Es el turno de los hombres de mar, de esos que a diario se hacen a las aguas en buscas de capturar las especies marinas que dan el sustento familiar, y le rinde veneración a quienes por años los han cuidado.
Esta ocasión es aún más especial, La Virgen del Carmen recorrerán con ellos el ancho mar.

Y así el Sr. de la Labranza, la Virgen del Carmen y  San Isidro Labrador ocupan un lugar en las lanchas, los motores fuera de borda se encienden, pequeñas olas se forman y lentamente las embarcaciones se hacen a la mar, el retorno a tierra firme será igual, fe y devoción.

La feria de Seybaplaya una de las más importantes en el municipio de Champotón y en el Estado que cada año se realiza del 15 al 17 de mayo, Seybaplaya y los Seybanos están listos, solo es cuestión de días para que den rienda suelta a su tradicional festejo.



jueves, 2 de mayo de 2013

HISTORIAS CONTADAS: DON JESÚS LÓPEZ PÉREZ



¡HISTORIAS CONTADAS!
DON JESÚS LÓPEZ PÉREZ
FORJADOR DEL PUENTE DE CHAMPOTÓN

Y los días se han convertido en semanas, estas en meses y ellos en años, decenas, centenas, mil quizás o un poco más son las veces que los champotoneros,  propios y extraños han pasado por el “PUENTE”,  esa estructura de concreto y fierros cuya apariencia simple une  de manera terrestre la Península de Yucatán con el resto del País, cuando menos por una parte.
Nadie, nadie duda de que el hipotético desplome del Puente provocaría entre muchas otras cosas, pérdidas multimillonarias. En efecto, el Puente de Champotón no es arquitectónicamente la “octava maravilla”, su valor no radica en ello, su valor, su importancia es de una “simpleza sin igual”, Unir a dos pedazos de tierra.
Y es por ello, precisamente, por la importancia que tiene este Puente para la Península de Yucatán, que un servidor va en busca de aquellos Hombres que hicieron posible la construcción de esta importante vía de comunicación.
213 metros de longitud (incluyendo aproches), 4 trabes de 5 pulgadas cada una, 3 lozas de 10 centímetros de espesor, dos carriles de cuatro metros de ancho cada uno, 6 metros de altura, 2 bases en agua hincadas a 14 metros de profundidad  son las características principales del Puente nos ilustra con conocimiento de causa Don Jesús López Pérez, uno de las 39  personas que en enero de 1968 dieron inicio con los trabajos de construcción.
Don Jesús originario del Distrito Federal y quien en su haber profesional 35 años de sus hoy 75 los dedicó a la construcción de más de 80 puentes en todo el país, entre ellos el Suchiate y el Tampico, un aproximado a los 15 en el estado de Tabasco, nos recibe en su casa aquí en Champotón, Don Jesús casado con la señora Gloria Valdespino Almanza, sus hijos Arturo, Patricia, Mario y Gloria, es un hombre contento con la vida y que ama  además de su familia a Champotón.
Y es este personaje que con enorme gusto no pone ningún reparo para hablar sobre el Puente, y es su plática la que hoy nos ilumina y finalmente sabemos que el proyecto inicial era la Construcción de 2 Puentes, uno de ida y el otro de venida.
“Si observas te podrás dar cuenta que el puente en su bajada hay una curva y finalmente se sale rumbo a la avenida, en apariencia se podría pensar que está mal diseñado, la realidad es que el proyecto inicial contemplaba una circulación diferente, en palabras más simples podríamos decir que los vehículos bajarían del puente y seguirían su marcha de manera “recta”, el trazo proyectado era rumbo por lo que es hoy la calle 26” nos dice Don Jesús.
Don Jesús nos comenta que jamás supo los motivos por el cual no se construyó el otro puente, simplemente añade que la construcción del único que se hizo les llevó un año, ignora también el costo de la obra, “eso nada más lo sabían los jefes, los dueños de la constructora PYCSA (Puentes y Construcciones Sociedad Anónima), una empresa a la cual le guarda mucho cariño.
Como siempre y con aquello de que “la curiosidad mató al gato”, la pregunta obligatoria, ¿Cuáles son los riesgos de que se caiga el puente?, -Don Jesús creo que no se soltó a reír por cortesía-, su respuesta fue simple, “Por este Puente puede pasar hasta un ferrocarril completo, es muy fuerte, fue planeado y construido para que dure 100 años, apenas lleva 45, donde si tengo que aceptar que existe alguna “irregularidad”, pero que no es motivo de ninguna alarma, es en el hecho de que hasta donde yo sé, no se ha llevado a efecto el cambio de “cojinetes” (piezas de “hule”, Neopreno) que se ubican entre espacios de las lozas, este Neopreno sirve para amortiguar los golpes entre las lozas provocados por el paso de los automotores, para disminuir la fricción, déjame decirte que todo puente tiene un movimiento natural horizontal y verticalmente, este es el único detalle existente, por lo demás el Puente aguanta y seguirá aguantando”
Hoy y gracias a Don Jesús López Pérez he satisfecho mis interrogantes del pasado, hoy los champotoneros, cuando menos la mayoría, ya sabemos un poco más sobre la historia de nuestro Puente.




lunes, 29 de abril de 2013

LA RIQUEZA DE NUESTRO PUEBLO

Champotón es tan grande como el mundo mismo.

Sus personajes han hecho y siguen haciendo de Champotón el mejor lugar para vivir.

Para ustedes y por ustedes recordemos a Samuel Marín, nadie como él para preparar coloridos, refrescantes e inolvidables "raspados".


domingo, 21 de abril de 2013

¡ EN LETRAS DE ORO! DOÑA JULIA LA TAMALERA



¡EN LETRAS DE ORO!

GRANDES PERSONAJES, GRANDES CHAMPOTONEROS

EL SABOR DEL PASADO, EL SABOR DE LOS TAMALES COLADOS

¡DOÑA JULIA LA TAMALERA  A MUCHA HONRA!

Año 2005, siglo 21, tiempo de computadoras, de mensajes instantáneos, de fotografías digitales, de viajes a Marte, de pizzas y hamburguesas, de supermercados y grandes restaurantes, de paellas, espaguetis, de vinos finos, de trajes de etiqueta y modales estudiados, esto y mucho más.
Año de 1913, postrimerías de la Revolución Mexicana, de vaivenes y reacomodos, de viajes a lomo de burro o de carretas, de carne asada con leña, de frijoles en caldo, de huevos revueltos, de trajes de manta, de huaraches por calzado.
6 de febrero de 1913, del matrimonio formado por Margarita Cosgalla y Guadalupe Cahuich, ve la luz Julia Cahuich Cosgalla. Gracia para muchos  desconocido, este pasado, precisamente, nos obliga a remontarnos a él, e ir en busca de una historia en la cual tomaron parte decenas, cientos y quizás, hasta miles de champotoneros, ese pasado distante, de añoranza, de anécdotas, de arduo trabajo, de un Champotón que ya se ha ido y que no volverá.
Ahí, en la puerta de su hogar, viendo  sin mirar, Doña Julia Cahuich Cosgalla, Doña Julia "LA TAMALERA" con 93 años de vida, tres hijas,  11 nietos, 16 bisnietos y dos tataranietos, recibe con amabilidad como es su costumbre al reportero, agradece la visita, una silla surge como por arte de magia, en ella nos acomodamos, observamos de entrada una cabellera encanecida, un bastón en la mano derecha, un rostro marcado con la huella de los años, ojos pequeños entrecerrados, pero aún muy vivaces, una voz cuyo timbre manifiesta paz interior, una delgada cadena de oro en su cuello, un arete en cada lóbulo de la oreja, un chal como bufanda alrededor del cuello la protege, los pliegues de las manos forman parte de un todo, Doña Julia y a mucha honra "LA TAMALERA" comparte sus recuerdos.
-De chamaca, como a los 18 años de edad empecé a trabajar en la casa de Don Marcos Curmina, posteriormente hice lo propio con Doña María Luisa y finalmente en el hogar de Doña Carmela Reyes, pasé muchos años trabajando en las casas, sin embargo por cuestiones propias de la vida y ya con cerca de 33 años de edad empecé con el negocio de vender tamales, tostadas, caldos, arroz con leche y otras cosas, para tales efectos me ubiqué en un costado del Teatro Principal (hoy Teatro de la ciudad “Virgilio Barrera Vega), ahí en compañía de Don Tachito Cardeñas que vendía licuados y refrescos inicié la actividad, trabajo finalmente en el que duré poco más de 55 años, por supuesto que no todos estos años estuve en el mismo sitio (costado del Teatro Principal) en este lapso me cambie a otros puntos de la ciudad.
A pesar de sus 93 años de vida, Doña Julia, tiene muy frescos los recuerdos, abre la memoria y relata que "cada día entre las cuatro y cinco de la tarde llevaba mi venta al parque principal, la venta daba inicio, y el trabajo concluía entre las 6 y 7 de la mañana del día siguiente, dura jornada de trabajo, pero eso ¡sí! De muchas satisfacciones, trabajo y más trabajo,¡ conseguir las hojas de plátano, la manteca, la masa, cocinar la misma, preparar el atole, el arroz con leche, pelar las gallinas, el pollo o los pavos!,  todo lo elaborábamos en casa, habían personas que me ayudaban, ellos le daban en la casa y yo aprovechaba para recorrer las calles de la población para tratar de vender ropa, gorras, zapatos, con esto te quiero decir que a la par de la venta de alimentos me dedicaba a comercializar todo lo que se pudiera"
Queremos saber un poco más sobre la actividad "tamalera", Doña Julia asienta con leve inclinación de la cabeza y refiere "imagínate como era Champotón por allá del año de 1946, la gente del pueblo salía a pasear al parque, es obvio de que en las casas no existían las televisiones y por supuesto las opciones de entretenimiento  eran escasas, en fin,  el parque era lugar de reunión, todo el lugar prácticamente estaba rodeado de diferentes locales donde se vendía comida y otras cosas, claro está, eran locales "tinglados",  confeccionados rústicamente, se acostumbrada cenar en estos sitios, un tamal, tostadas, caldos, arroz con leche o licuados, estos últimos lo preparaba muy sabroso don Tachito Cardeñas, ¿qué cuanto costaba un tamal? Dos pesos, dos pesos pero de esos tiempos, no los de ahora.
Gracias a Dios la demanda de los alimentos que yo vendía era mucha, gozaba de la preferencia de la gente, muchos amigos y amigas me ayudaban en mi labor, por ejemplo Celia (Celita) Ruibal me apoyaba con la cobranza, era mi cajera, yo despachaba y ella cobraba.  Comieron en mi mesa gente como don Enrique Ruibal, Darío Barrera, Delio, todos ellos amigos, muchos de ellos me acompañaban hasta que terminara la jornada, me llevaban a la casa, ¡bonitos tiempos!
De la misma forma Doña Julia guarda y tiene muy buenos recuerdos de otras gente como es el caso de Doña Chonita Reyes, "ella me hacía el queso napolitano, pan de mantequilla, de nata, y otros postres, como todo en esta vida, con el paso de los años había que "actualizarse" así que ya no solo era cuestión de vender tamales, tortas, panuchos, tostadas, caldos, sino que todo lo que se pudiera".
Un alto en la charla, -Doña Julia y el entrevistador-  son acompañados por algunos de sus pequeños nietos y bisnietos, ellos simplemente por curiosidad están presentes, quietos por breves instantes para que casi en forma inmediata y por cuestiones propias de sus escasos años se dan a la tarea de echar relajo, solos se calman, y ello permite continuar.
El mismo lapso es aprovechado por Doña Julia para comentarnos que desde hace como tres años se fracturó un brazo (derecho) y por indicaciones médicas tuvo que dejar de trabajar.
En este punto nos relata sentir mucho agradecimiento con la familia Uribe, "siempre me han tenido como parte de su familia, los quiero mucho".
Seguimos en la charla, amena charla, interesante por demás, y en todo esto Doña Julia bajo el argumento de "no te voy a decir el nombre" nos platica, "había un grupo de muchachos que siempre acudían a comer a mi local, llegaban y se sentaban, comían y casi siempre me decían, ¡Doña Julia le pagamos mañana!, en efecto así acontecía, entre estos amigos había uno medio "duro" para pagar, también lo sabían sus amigos, a pesar de ello, llegaba y se sentaba, comía y ¡hay nos vemos! ¡Doña Julia mañana le pagamos!, este nunca me pagaba, jamás hubo un reclamo de mi parte, mi mentalidad era "si puedo darle de comer pues le doy".
Comentado ello, una sonrisa  ilumina el rostro de Doña Julia, ¡mira hijo! Si Dios es grande, ese muchacho del cual te hablo, con el paso de los años como es obvio se convirtió en toda una persona adulta, en repetidas ocasiones en donde me lo he, o nos hemos encontrado, detiene la marcha de su vehículo, si su vehículo está lleno aún sea por su familia las baja y me sube y me lleva a donde yo vaya a ir, ¡creo que me está pagando lo que me quedó a deber!" dice llena de risa Doña Julia.
¿Más satisfacciones?, le preguntamos, la respuesta no tarda en llegar y Doña Julia guarda muy fresca en la memoria un hecho que por sí solo le permitió reafirmar que su actividad de vendedora de tamales es algo que difícilmente hubiera podido o querido cambiar, sin presumir nada, simplemente como un comentario de invaluable riqueza espiritual Doña Julia nos comenta: "En esos años cuando mi puesto se localizaba a un costado del Teatro Principal (a escasos pasos del Parque) hubo una época que la verdad no sé si eran tiempos de elecciones o tal vez cuando empezaron a llegar personas de otras partes del país para asentarse en tierras del municipio, gentes que le llamábamos "Colonos", en honor a la verdad, no recuerdo que era, lo cierto es que mucha gente empezó a llegar, los camiones se estacionaban alrededor del parque y de ellos bajaban mucha gente, a estos el ayuntamiento les hacía entrega de unos "boletitos", a efecto de que mediante estos acudieron a los puestos a comer, los boletitos se guardaban y posteriormente se iba al ayuntamiento a que se  hicieran efectivo.
Recuerdo que en una ocasión, un día de mucha lluvia y frío bajaron del camión un grupo de personas, todos con hambre, sin embargo nadie de ello tenía los "boletitos" pues presuntamente el ayuntamiento ya había entregado todos, hombres, mujeres, niños, muchos de ellos mojados por la lluvia y con frío y por supuesto con mucha hambre se acercaron a mi puesto, -por cierto no había yo vendido nada pues como ya te comenté estaba lloviendo y la gente del pueblo se encontraba refugiado en sus casas,  ante este hecho no dude ni un solo momento en darle de comer a esa gente, al fin y al cabo no lo iba yo poder vender y sí se corría el riesgo de que se echara a perder, ante esta situación mejor opté por dárselo a la gente, en fin, acabé con todo, -mejor dicho acabaron con todo- ríe Doña Julia.
Ahí quedó el asunto, los años, muchos años pasaron, en este tiempo cambie de "residencia el negocio" y me establecí en la calle 34, en un predio de Doña Concha León, ahí seguía con la venta y fue cuando una de tantas noches, llegaron en un vehículo una familia, una Señora ya entrada en años y unos hombres, uno de ellos se dirigió a mi persona y me preguntó si yo era Doña Julia, les respondí que sí, al mismo tiempo el hombre me dijo que si no lo recordaba, mi respuesta fue negativa, él me respondió y me dijo "señora yo soy uno de esos niños que hace muchos años se bajó de un camión muriéndose de hambre y de frío y al cual usted le dio de comer, recuerdo como si fuera sido ayer  sus tamales y el arroz con leche caliente, mitigó el hambre y frío de mi familia y por supuesto del mío también, nunca lo he olvidado y por eso hoy estoy acá para agradecérselo y retribuir con algo por lo que usted hizo conmigo y mi familia y muchas otras personas que ese día usted amparó.
Cuando terminó de hablar sacó de su bolsillo cuarenta pesos (bastante dinero para esos años) y me dijo, "señora reciba usted este dinero como una mínima parte de un pago que jamás podré cubrírselo", en este instante la Señora que lo acompañaba y que después supe que era su Madre, se dirigió a su hijo y le expresó en un tono un tanto de reproche "!cómo!, tanto dinero le vas a regalar", la respuesta de su hijo fue inmediata "Madre, esta señora no merece cuarenta pesos, merece mucho más, ¿acaso ya se te olvidó cuando muertos de frío y de hambre nos tendió la mano desinteresadamente?", -la Mamá del hombre ese, bajó la cabeza apenada y ya no dijo nada, reciba usted señora estos cuarenta pesos y mi agradecimiento eterno, me expresó ese niño del ayer y  el hombre del presente, comieron tamales, tomaron arroz con leche, me pagaron, se despidieron de mí y abordaron su vehículo con rumbo desconocido, no sin antes repetirme sus agradecimientos-".
"Esto que te platicó, es algo que guardo muy dentro de mi ser, me resultó realmente satisfactorio, saber que una acción que hice hace muchos años de manera totalmente desinteresada permitió que toda una familia haya podido superarse y lo mejor del caso es que alguien de esa familia haya albergado sentimientos muy nobles, estoy seguro de que ese niño es hoy un hombre con sentimientos positivos y que al igual como a él en un pasado un extraño le tendió la mano así sin duda alguna él ha hecho y podrá seguir haciendo con otros niños que necesiten de una mano amiga en momentos cruciales de la vida"
Lo anterior no los comentan Doña Julia sin ningún afán de protagonismo, simplemente y con la humildad más profunda se refiere al hecho como una parte muy bonita que le aconteció durante sus 55 años de dedicarse a vender sus alimentos en diferentes puntos de la ciudad, 53 años dedicado a esta labor y donde varias generaciones disfrutaron de sus sabrosos tamales colados, de su salsa de tomate, de su arroz con leche, pero sobre todo de una gran calidez humana que desde entonces y hasta siempre ha sobresalido en esta gran señora Doña Julia "LA TAMALERA"  a mucha honra.



sábado, 20 de abril de 2013


HISTORIAS CONTADAS

¡EL BAT BOY DE ORO!

 
HÉCTOR VALDESPINO “BEJIGO”

 

Pata de conejo, colmillos de quien sabe que, collares multicolores se funden en un todo, artilugios que siempre de manera cotidiana acompañaron la figura de Héctor Valdespino Almazán, si, en efecto, el bien querido “Bejigo”.

Ahí, en el montículo, el pitcher “enemigo” se prepara para lanzar el “dardo envenenado” que motive el canto del tercer strike, en el plato, en el jom, el cátcher mueve sutilmente los dedos de la mano, 2, 1, afuera o adentro, el bateador blande la madera y con la mirada fija en la esférica espera el lanzamiento, los gritos en la tribuna se dan al por mayor, ni lanzamiento, ni batazo, no hay bola surcando el aire y mucho menos el canto del strike.

Y aun así, la gritería alcanza los máximos decibeles, ¿El motivo?, Bejigo, siempre Bejigo, es este el batboy del equipo de casa que desde un punto cercano al terreno de juego “lanza conjuros, inicia el ritual de las 7 sabanas, escupitajo por acá, escupitajo por allá, mirada “venenosa” hacia el pitcher y cátcher, y para variar y como no queriendo la cosa deja “rodar” hasta los pies del pitcher “enemigo” pelota negra de béisbol…


…Un grito del umpire obliga a detener la jugada, por supuesto, no es posible continuar estando otra pelota en el terreno de juego, la bola negra a unos cuantos centímetros de los pies del pitcher espera ser recogida y sacada del campo, el lanzador se niega a tomarla, es más se aleja un poco, al final de cuentas obligado por el umpire y por la gritería del respetable no tiene más remedio que recogerla y  lanzarla con destino al bullpén del equipo de casa…


Play ball se canta, el lanzamiento surca el aire, la esférica jamás llega al guante, su camino es truncado por fuerte batazo, hasta el otro lado de la cerca, las bases quedan limpias, la victoria es del equipo de casa,  el Maleficio, embrujo, hechizo o quien sabe que de “Bejigo” funcionó de nueva cuenta.


Su gracia Héctor Alfredo Valdespino Almanza, vio la primera luz ahí por el año de 1950 de un 10 de agosto en México Distrito Federal, hijo de Domingo Valdespino Rodríguez y María Almanza Burgoy. “Bejigo” pasa parte de su niñez en el DF y Veracruz, sin embargo desde los 8 años de edad llega a Champotón, ciudad donde vivió toda su vida en compañía de su hermana Gloria  Valdespino Almanza.
Héctor “Bejigo” desempeñó diversos oficios a lo largo de su vida, bolero, pescador, lavador de autos y otros, pero el que al final de cuentas llenó su vida y que hizo ser muy querido por los champotoneroes fue su amor por el béisbol y eterno seguidor del equipo de casa, Bat Boy vitalicio de los “Guerreros de Champotón.

“El Bejigo”, el bat boy de los Guerreros de Champotón, el bat boy que aun en terreno ajeno recibió muestras de afecto y de cariño, el bat boy que tuvo la dicha de codearse con grandes peloteros, el bat boy que cada partido aportaba su pasión y hacía posible el disfrute de la fanaticada propia y extraña.

Hoy, a un año de su sensible fallecimiento seguimos recordando con afecto al buen “Bejigo”. En Champotón como dice la canción: “pasarán los días, pasarán los años…” pero siempre cuando se hable de béisbol surgirá invariablemente el nombre de Héctor Valdespino Almanza. “El Bejigo”.

viernes, 19 de abril de 2013


 PERSONAJES QUE DAN VIDA AL PAISAJE URBANO

Por: Juan Aarón CHONG HONG

El dominio de la oratoria es casi perfecto, el tono de voz baja o sube, la modulación, los gestos, los ademanes  en total sincronía con la palabra.
Las frases cual agua en cascada brotan y caen, la temática invariablemente es la misma: “La Palabra de Dios”.

Muy pocos saben o quizá nadie, ¿Quién es, cómo se llama, de dónde viene?, lo único cierto es que casi todas las mañanas, ahí, en las puertas de lonchería ubicada a escasos pasos de Palacio Municipal, con bastón y bote en mano un anciano sin duda alguna ya de la tercera edad y que la voz popular lo ha “bautizado” con el nombre del “Predicador” alegra a muchos el corazón y a otros les enaltece el alma o el espíritu.

La coordinación es total, a borbotones surgen las palabras, se enhilan en frases perfectamente estructuradas, las alabanzas, los cánticos surcan el ambiente, llegan y hacen mella en aquellos comensales mañaneros, algunas monedas van a parar al vaso azul que en la mano izquierda sostiene “El Predicador”

Ni el tintineo de las monedas al chocar entre sí distraen la prédica, los segundos se transforman en minutos y se ajusta la hora, una torta por acá y otra por allá, y el “maistro Vilo” en su estanquillo despacha los “yogurt”, los refrescos de colas y la prensa escrita, clientes van y clientes vienen, el embotellamiento en esquina es a cada instante, cada quien en su actividad mundana.

Entre todo esta amalgama de “sabores y colores” y quizá más allá de los pecados terrenales, ahí en su “púlpito” el “Predicador” calla, despacio, lentamente desliza sus pasos, un bastón en su mano, una bolsa de nylon y un vaso con algunas monedas forman parte de su mundo, un mundo que quizá es mucho mejor que aquel en donde nosotros los comunes mortales vivimos.

miércoles, 17 de abril de 2013

De fresa, piña o de limón, a 3 centavos...

"PEROL EL PALETERO"
ENTRE ZAPATOS Y PALETAS: JUAN MANUEL PÉREZ SÁNCHEZ
Por: Juan  Aarón CHONG HONG
A lo lejos, a lo lejos el pregón "paletas, paletas, de piña, fresa o de limón.. a dos centavos, a dos centavos..." poco a poco, paso a paso, despacio pero seguro, el carrito de las paletas de hielo y de sabores multicolores hace un alto, manos infantiles buscan afanosamente en el interior, el calor aprieta y la demanda de algo que refresque el paladar se busca con ansias, de fresa, de piña o de limón, la marcha se reanuda, y en la distancia poco a poco se va perdiendo el pregón.
Juan Manuel Pérez Sánchez, edad 88 años, de estos, 71 como zapatero y 63 como vendedor de paletas de hielo.
Juan Manuel Pérez Sánchez, para muchos un nombre que por si solo no dice nada, todo alcanza su máxima expresión cuando de forma tan simple y llana nos referimos a "PEROL EL PALETERO"
Tan singular e importante y sobre todo interesante personaje en Champotón es y ha sido "Perol el Paletero",  Don Juan Manuel Pérez Sánchez, solo acierta a reír cuando se le cuestiona sobre si siente ofensa cuando lo llaman "Perol", "mire usted -se dirige con suma cortesía a su entrevistador- desde pequeño me endilgaron el "PEROL" y hoy día sigo siendo Perol, no es ninguna ofensa, puedo decirle que quizás ese sea ya mi nombre"
Con buen sentido del humor Don Juan Manuel nos relata el "origen" de su sobrenombre, "de niño como es natural tenemos nuestros grupos de amiguitos, amigos con quienes se convive, se juega, con quienes se hacen mil travesura y un sin fin de otras cosas, a esa edad y entre mi grupo de amiguitos a alguno se le ocurrió llamarme en una ocasión por "Perol" en alusión o distorsión de mi apellido "PÉREZ", probablemente no pudo decir Perezote, o Peretotote, resultó más fácil gritar "!hey Perol!" y desde ese entonces hasta la presente fecha, todo mundo en Champotón y en otros puntos del Estado me conocen como "PEROL", de ahí le comento entonces que no hay mayores problemas sobre el hecho cuando se dirigen a mi persona y me llaman con un "Perol"
Don Juan Manuel Pérez Sánchez, nacido un 28 de marzo de 1917, hijo del matrimonio formado por Juan Pérez Moreno y Ramona Sánchez, con nueve hermanos, Nicolás, Carmela, Antonia, José María, Guadalupe, Elena, Santiago, Candelaria y Tomás. Don Juan Manuel esposo de Tomasa Arceo Cosgalla y cinco hijos, José María, Higinio, Manuela, Hilda y Rosa, con todo esto Don Juan Manuel no es simplemente "perol el paletero", su historia va más allá.
Su vida sin duda alguna debe de servir como ejemplo para las nuevas generaciones y quizás también fue así para aquellas pasadas, un ejemplo de esfuerzo y de trabajo, de amor al oficio, de una lucha permanente por ganarse el sustento y de su familia de manera honrada, Don Juan Manuel no es un hombre rico materialmente, pero vive sin mayores complicaciones y eso sí, a gusto y tranquilo sin mayores cargos de conciencia, una vida sin mayores sobresaltos, ¡cuántos quisieran sentirse así!
La historia  respetuosamente de "Don Perol" no inicia  ni termina con su carrito de paletas, antes de ello hay otras historias que forman parte de su vida y de la vida de esta ciudad champotonera.
Un hueco en la suela del zapato, las costuras ya rotas, las zapatillas para el baile, las polainas, las monturas del caballo y las fundas de los machetes.  En efecto, Don Juan Manuel Pérez Sánchez, "zapatero remendón".
Con un rostro surcado de las huellas del tiempo, unas manos donde sus dedos largos y un tanto delgados juguetean entre sí, ojos entrecerrados, quizás no acostumbrados a que la luz del sol les pegue directamente, pues de siempre su gorra ha formado parte de su vestimenta y hoy en la comodidad de una silla instalada en el patio, la inseparable "cachucha" hoy no la porta, con una voz pausada, pero aún firme, nos comenta: "desde la edad de los 12 años empecé a trabajar, fui al mismo tiempo cantinero, portero, mesero, cortador de caña, peón de albañil, curtidor de pieles, cosechador de maíz y todo aquel trabajo donde podía ganarme los centavos"
Particularizamos sobre el oficio de zapatero, don Juan Manuel nos ilustra: "como a los 12 años entré de aprendiz de zapatero con un señor que se llamaba refugio Álvarez, un señor que  originario de León, Guanajuato, también con Don Renán Charles, con ellos aprendí el oficio, como es obvio con el paso del tiempo aprendí la "chamba" y empecé a fabricar los zapatos, mocasines, botas, medias botas, chanclas, zapatillas, para estas alturas ya ganaba siete pesos diarios, un trabajo de seis de la mañana a seis de la tarde.
También hacíamos monturas para los caballos, fundas de machete, polainas, "ah! Déjeme decirle que el calzado que fabricábamos eran variados y también confeccionábamos calzado fino de charol y oscaría"
Como en toda charla siempre existen los altos obligatorios, muchos de ellos para tomar un buen respiro y para "acomodar" los recuerdos, así después de uno de estos altos obligatorios Don Juan Manuel rememora esos tiempos, viejos tiempos, y como añorando los mismos deja salir un respiro de nostalgia y expone "que tiempos, mire que un mocasín valía tres pesos con 50 centavos, ocho pesos las botas, uno las chancletas, el calzado fino como eran las zapatillas entre cinco y los seis pesos"
La charla "brinca" de un lado a otro, los recuerdos se sueltan como llegan, "le digo, le hice de todo, mesero, portero, albañil y hasta mago por supuesto  curtidor de pieles..." preguntamos el proceso y como si el momento lo estuviera viviendo Don Juan Manuel nos expone: "Nos traían las pieles de venado, de vaca o toro, se ponían a lavar, posteriormente la introducíamos en cal, cuatro o cinco días, se sacaban, se le retiraba los restos de carne o pelos que aún les quedaban, la lavamos de nueva cuenta, la sumergíamos en un líquido que se hacía con el machacado de pencas de Chucum, 15 ó 20 días, a diario sacar las pieles, removerlas y volver de nueva cuenta a sumergirlas, así hasta que cerca de los 20 días finalmente las sacábamos del recipiente bien curtida, concluido esto ya se podía utilizar la piel para los zapatos, hilo y clavos, únicamente lo que se utilizaba para fabricar zapatos, por supuesto además de la piel".
Aprendí bien el oficio y trabaje de manera un tanto "exclusivo" en el oficio por cerca de 13 años, continúe con ello solo que ya lo alternaba  con otras actividades, entre estas ¡vendedor de paletas de hielo!, trabajo que inicie a la edad aproximada de 25 años, nos refiere don Juan Manuel.
"Corría el año más o menos de 1942, 43, cuando empiezo con la venta de las paletas, ¡veinte centavos una paleta!, por cada cien vendidas me ganaba siete pesos, vendía entre 100 y 150 paletas diariamente de ocho de la mañana tres de la tarde"
Lo interrumpimos y le hacemos ver que en muchos de los champotoneros aún mantienen en sus recuerdos la frase aquella que siempre surgía de los labios de "Perol el paletero", "Dos centavos, a dos centavos la paleta", tal parece que era mercadotecnia pura, le comentamos al tiempo que le preguntamos ¿Porqué de tan singular frase, a pesar de que ya en los tiempos pasados reciente dos centavos no significaban nada?, Don Juan Manuel solo atina a reírse para que ya en un tono serio nos dijera, "En efecto así lo pregonaba y por supuesto que no faltaban aquellos niños o adultos que se me acercaban con monedas de centavos, no propiamente de un centavo o de más, la realidad es que yo sabía mi "cuento" - nos comenta en tono picaresco don Juan Manuel- mire resulta que Don Arturo Durán (q. e. p. d. ), Don Arturo quien fuera Presidente Municipal, tenía como muchos sabemos un negocio ubicado por el parque de las Madres, él me dijo un día "Perol, tráeme monedas de centavos y yo te las compro" entonces cuando yo andaba vendiendo paletas, las proponía a centavo, he de decirte que eran monedas de puro cobre, yo las aceptaba como pago de las paletas y después se las llevaba a Don Arturo y el me las compraba, esa es la historia de la frase de "A centavo las paletas", -se ríe de nueva cuenta Don Juan Manuel-. 
Ya entrado en calor y en busca de que aquellos viejos tiempos cuestionamos a "Perol el paletero" sobre el valor de esos centavos de antaño, "que sí valían, pues quizás unos digan que sí, y otros que no, yo lo único que te puedo comentar que un biscocho lo adquirías por un centavo, un huevo tres centavos, un kilo de fríjol 20 centavos, 38 el kilo de azúcar, 25 el kilogramo de carne, 10 la tira de cazón, un pámpano 15 centavos"
En todo este "mar de números", de pesos y centavos, nos atrevemos a increpar a Don Manuel y le solicitamos explicación sobre del porque  en su época de zapatero, actividad que realizó a edad más temprana que paletero una bota por ejemplo costaba 8 pesos, un mocasín 3 pesos o cuatro, una funda de machete 2 pesos y que su persona llegó a ganar siete pesos diarios, y en forma posterior casi 13 años después las paletas costaban veinte centavo cuando es de suponer que habrían de tener un mayor costo, sobre el punto de Don Juan Manuel de forma simple nos comenta: "Como usted dice, en este " mar de pesos y centavos" tal pareciera que existen incongruencias, la realidad es que primero y antes que todo tenemos que aceptar que cuando hablamos de centavos estamos refiriéndonos a esos "verdaderos centavos" no a los de ahora, en verdad si resulta un tanto enredoso entender la situación, máxime cuando nuestra moneda ha sufrido diferentes "reacomodos", que si le pusieron más ceros, que si le quitaron, que de nueva cuenta les pusieron y así y más, por eso es que resulta para muchos un tanto incomprensible cuando hablamos de los pesos y centavos del pasado con los de la actualidad"
Aclarado el punto seguimos "hurgando" en la vida de Don Juan Manuel, "Perol el paletero, vendió sus paletas en todo el municipio, Hool, Seybaplaya, Sihochac, Villamadero, Carrillo Puerto, Yohaltún, en los módulos de guatemaltecos, Reforma Agraria, y muchos otras comunidades, así como también en Sabancuy e Isla Aguada"
Dentro de su anécdotas, "Perol" nos cuenta aquella cuando le daba por regalar el producto, "Le comentó que en más de una ocasión andando en la venta de las paletas me echaba los tragos, así entre alto y alto y buche y buche, pues es de suponer que el alcohol se me subía a la cabeza, ya medio chiles me daba por regalar a "todo mundo" las paletas, todas se me acaban, ¡y cómo no! si eran gratis, cuando llegaba a la paletería a sacar cuentas el dueño se alegraba pues no habían sobrado paletas, lo malo del caso es que tampoco había el dinero, ¡ni modo! No había más remedio que pagarlas, y hay me veías trabajando los días siguiente muy duro para poder cubrir las paletas regaladas"
De todo estas ¡aventuras!, de trabajo diario, de la salida del sol y del ocaso del mismo, de un verdadero gusto por el trabajo, por el oficio, Don Juan Manuel Pérez Sánchez, hoy a sus  88 años  de edad continúa como siempre, en la mismas actividades, Paletero, zapatero, sigue recorriendo las calles de la ciudad, sus manos aprietan firmemente el carrito, su pregón aún se escucha a lo lejos, "de piña, fresa o de limón" manos infantiles hurgan en el interior, el paladar se refresca, todo sigue igual, ¡a centavo, a centavo las paletas!
Don Juan Manuel Pérez Sánchez, "Don Perol el paletero! Historia de este pueblo.